La primera joya de Jordania es Amán, capital y ciudad blanca repleta de influencias: destacan el Palacio Omeya, el teatro romano del siglo II d.C. y la mezquita del Rey Abdalá I. Haga una excursión a Petra y admire el recorrido que va desde el desfiladero del Siq hasta las deslumbrantes ruinas del Tesoro. Si le gusta la aventura, súbase a un camello y adéntrese en el desierto de Wadi Rum, escenario de la película Lawrence de Arabia, y póngale el broche de oro a su día contemplando el cielo estrellado desde una jaima. Merece la pena dedicar tiempo a Jerash, la llamada Pompeya de Asia, antes de hacer una parada para disfrutar de la tranquilidad de las aguas del mar Muerto. Si busca relajarse, Áqaba cuenta con hoteles y restaurantes junto al puerto, donde sirven un delicioso pescado fresco. No se vaya sin bucear entre corales, tortugas y peces de colores.