Con un pasado histórico marcado por su ubicación entre los imperios de Oriente y Occidente, Serbia cautiva a los visitantes por su carácter bohemio y sus tesoros naturales. Belgrado, la capital, conforma el epicentro del arte y la cultura del país. Allí podrá descubrir el emblemático Templo de San Sava, una de las iglesias ortodoxas más grandes del mundo que maravillan a todos los viajeros. Relájese después recorriendo el animado barrio de Dórcol, donde podrá degustar la gastronomía más tradicional. Si desea admirar la ciudad desde otra perspectiva, nada mejor que dar un inolvidable paseo en barco por los ríos Danubio y Sava. Los amantes del turismo ecológico se sorprenderán con sus cinco parques nacionales. Entre ellos, Djerdap, un enclave idílico para desconectar en los espectaculares bosques y lagos. Además, si le gustan los deportes, no se pierda la estación de esquí de Kopaonik, la más grande de Serbia y abierta durante todo el año.