Con un millón de kilómetros cuadrados que se extienden por el extremo occidental del Sáhara, visitar Mauritania tiene mucho de épico. Tanto si se toma el famoso tren del mineral de hierro del país como si se emprende un viaje a Chinguetti, un centro de aprendizaje coránico y parada histórica en la peregrinación a La Meca, el viajero puede vivir una aventura tras otra. Las vistas naturales por sí solas merecen el viaje, como el exuberante oasis de Terjit y el santuario de aves Banc d'Arguin, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Desde el punto de vista cultural, Mauritania está profundamente arraigada en el nomadismo, estilo de vida que sigue vivo hoy en día, con pastores tuaregs con velo y vestidos con ropas teñidas de añil que guían a sus camellos por los paisajes desérticos. A lo largo de los 750 km de costa, la pesca es la actividad dominante, y en el flanco atlántico se encuentra la capital mauritana. Nuakchot tiene mucha vida, sobre todo en sus encantadores zocos y mercado de pescado, abastecido por coloridas piraguas, aunque también hay una sorpresa a las afueras de la ciudad: un floreciente mercado de camellos. Sea cual sea el camino que tomes, visitar Mauritania es una oportunidad para encontrarse con la auténtica cultura saharaui y una rica historia milenaria.